Pero como la vida sigue, el jueves es el día de Acción de Gracias en USA (desafortunadamente no lo copiamos en Colombia). Y al hacer un balance de lo vivido en este año,  lo que mas debo agradecer son los insultos y vejámenes que las personas me lanzan en las redes. Sí, hay días que parecen una alcantarilla, una cloaca de pestilencia. Los contradictores no esconden ni rabia, ni mentiras, ni insultos, ni adjetivos. Como los vándalos de la calle, se les percibe su ira, su deseo de destruir. No importa inventar historias o jugar con el honor de su propia familia o hablar a nombre de los muertos. Nada, lo importante es enlodar. Te cobran que se piense diferente. Por escribir lo que tu experiencia, tu conocimiento o corazón te dicen, tienes que pagar un precio alto: recibir diatribas, calumnias, vómitos. En esta crisis de Colombia por ejemplo, son trepidantes las formas como algunos en redes pretenden “construirte” la identidad.

Personas que tu creías “conocer”, saludar o respetar desde lo que son, desde el contacto “social” en el que te has movido. Nada importa. Desde la ira, su historia personal no interesa. Puede mas la rabia que la decencia. Como si se desdoblaran, como si un monstruo interior saliera a flote, sorprende su desmesura. Y como las redes son públicas, no importa que sea personal. El vomito salpica a todos aquellos que se atreven a leer lo mismo. Artistas, empresarios, comerciantes, gente “de bien”, personas que en sus perfiles hablan de Dios, del amor, del perdón. Nada importa. En el momento de la diatriba, le dan con todo. Te califican, te “ubican” donde les parece y la rabia los hace escribir con mayúsculas, “calientes”, sin ni siquiera corregir ortografía. Nada, hay que vomitar…

¿Como agradecer entonces este comportamiento? ¿Cómo escogerlo como lo mas significativo en este último año y no considerar los abrazos, las sonrisas, los momentos compartidos como los mejores instantes? La gratitud es la emoción humana mas expansiva, lo que significa que cuando vibramos en ella, cuando agradecemos, la energía que  nos rodea se “limpia” y se proyecta en lo que nos rodea. Por mas “en la inmunda” que se esté, revisar algo porque agradecer es un ejercicio personal de salud mental. No estoy refiriéndome ni al carro, la casa o el televisor. Qué rico si los tiene y los disfruta. Pero regresar a las cosas elementales y sencillas para agradecer es sanador. ¿Le ofrecieron un tinto? ¿La cajera lo trato con amabilidad? ¿El vecino lo saludó “buenos días”?

¿Por qué escoger entonces el insulto como el “mejor regalo” de lo recientemente vivido?  Al leer todos los epítetos que te vomitan, ponen a prueba tu capacidad de aguante y argumentación. Y es lo que mas te enseña. Son los que mas te forjan, te ayudan a crecer, te desafían para no responder por igual. Son extraordinarios laboratorios de mesura, argumentación, prudencia. Hay golpes bajos, hay inventos, hay combinaciones perversas, hay de todo. Pero resistir, considerar que lo que escribes es aquello en lo que crees, que nadie te paga por ello, que tu palabra es tu identidad, es un ejercicio forjador. Gracias entonces a todos los que insultan, me han puesto a prueba. Es una experiencia irrepetible y ustedes desde lo que vomitan me han ayudado a ser mas equilibrada. De corazón ¡gracias!

Gloria H. @GloriaHRevolturas

Imagen de John Hain en Pixabay

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